Socrates y el sentido de la vida
NO DECIDIMOS VENIR AL MUNDO
"La vida solo puede comprenderse hacia atrás,
pero hay que vivirla hacia adelante"
Kierkegaard
No decidimos nacer. Eso lo deciden otros: lo deciden nuestros padres. El mundo al que venimos ya está interpretado por otros. Hay tradiciones y creencias que están ahí antes de que naciéramos.
Nuestros primeros años son de absorción: aprendemos las creencias y tradiciones de nuestra familia, amigos, parejas, escuela y sociedad tomándolas como propias a su gran mayoría. A medida que crecemos vamos entrando en nuevas relaciones y responsabilidades. Nuestra vida se complejiza, y en esa complejidad ganamos márgenes de autonomía. Márgenes de libertad.
Somos un tejido de relaciones completamente insólitas: ahí es donde reside toda nuestra personalidad. Cargamos con nuestros genes, nuestros talentos, nuestros defectos, nuestra educación, nuestra familia, nuestro barrio, nuestras parejas, nuestros amigos, nuestra escuela, nuestro estado íntimo del cuerpo, nuestras esperanzas, etc.
Nuestra personalidad no es actividad, es capacidad. Nuestra capacidad de sentir, de reaccionar, de hacer, de comprender, de
resistir; siempre imperfectamente y la mayor parte de las veces bajo formas
indirectas y a menudo engañosas.
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EL PROYECTO DE VIDA COMO ARTICULACIÓN ENTRE EL YO Y LA CIRCUNSTANCIA
"Yo soy yo y mi
circunstancia"
Ortega Y Gasset
A veces en la vida contemplamos, miramos nuestra circunstancia sin
participar plenamente en ella. Otras veces actuamos y nos involucramos de
lleno.
Cuando éramos pequeños sobretodo contemplábamos. La familia que nos rodeaba tomaba por nosotros la inmensa mayoría de las decisiones que nos afectaban. A medida que crecemos vamos desarrollando nuestras capacidades y ganando espacios en los cuales nosotros tomamos el control, nos involucramos sin ayuda de otros. Estar involucrado es estar comprometido. Y los compromisos los asumimos mediante nuestros proyectos de vida.
Los proyectos de vida unen, articulan y atraviesan ambas cosas: al yo y la
circunstancia. El sentido de la vida son las direcciones que le damos a nuestra vida mediante los diferentes proyectos en los cuales nos embarcamos y que hacen que
desarrollemos nuestras diferentes capacidades.
Los sentidos de una vida están íntimamente atados a la historia de cada
persona porque cada persona desarrolla sus capacidades de su propia manera. Cada
proyecto en el cual nos involucramos es una apuesta de sentido: nada nos dice que llegue a buen o mal puerto.
En toda apuesta siempre se puede ganar o perder.
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MEJORAR LAS PROBABILIDADES DE GANAR LA APUESTA DE SENTIDO:
EL CONOCIMIENTO DE SI MISMO
“Quien conoce a los demás, es inteligente.
Quien se conoce a sí mismo, es sabio”
Lao Tsé
No toda apuesta de sentido tiene el mismo valor para cada uno porque no todos los proyectos tienen el mismo valor. Cada proyecto se entrelaza con quien lo sostiene y depende de sus
capacidades.
La búsqueda de un sentido, de un proyecto que nos realice, depende del conocimiento que tengamos de nosotros mismos. El señalamiento de que "una vida sin examen no tiene objeto vivirla" la hace Sócrates porque considera que el examen de uno mismo sirve para ser mejor. Cuando nos examinamos podemos ver nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Ese conocimiento en relación con nuestro deseo nos lleva a buscar qué es lo que nos motiva, lo que nos apasiona.
Eso que nos apasiona y nos impulsa tiene las características de una idea fija:
"¿Hay algo mas inventivo que una idea encarnada y emponzoñada cuyo
aguijón empuja la vida contra la vida fuera de la vida? Retoca y reanima sin
cesar todas las inagotables escenas y fabulas de la esperanza y la
desesperación" (Paul Valéry, La
Idea Fija. Pág. 18)
Las ideas no pueden ser tristes. O alegres. La misma idea que desespera a
Pedro deja indiferente a Juan. La forma de buscar lo que nos apasiona, de
buscar nuestras ideas fijas, es una tarea personal e intransferible.
Sobre lo que tenemos que hacer de nuestra vida muchas personas tiene una idea sobre hacia donde deberíamos avanzar. Tienen expectativas sobre lo que tenemos que hacer a futuro.
El examen de uno mismo sirve para buscar lo que auténticamente nos realiza, los proyectos en los cuales nos queremos embarcar, los sentidos en los cuales queremos comprometer nuestra vida.
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LA BÚSQUEDA DE LA AUTENTICIDAD
“Lo que tengo que hacer es lo que me concierne,
y no lo que la gente cree”
Emerson
De la misma forma en que nuestra familia, amigos, parejas, escuela y
sociedad moldean nuestras creencias, ellos también tienen una
idea de lo qué deberíamos hacer a futuro. Tienen expectativas y exigencias sobre nosotros y lo que deberíamos llegar a ser.
El pensador alemán Martin Heidegger habla de la búsqueda de autenticidad en el ser humano. Recordemos que en el primer apartado hablamos de que venimos a un mundo que ya está interpretado por otros. El examen de uno mismo sirve para analizar si esas expectativas y exigencias que nos tratan de imponer los otros son lo que realmente deseamos para nuestra vida.
Esto no significa que el ser humano debe rebelarse contra los otros, sino que debe a través del examen de si mismo determinar auténticamente qué es lo que quiere hacer de su vida. Eso que determine puede coincidir o no con las expectativas y exigencias de los otros, pero coincide siempre con lo que uno quiere hacer.
La búsqueda de la autenticidad requiere plantearse la cuestión del valor "real" de ciertos valores que circulan dentro de los ámbitos donde vivimos. Se apela a la crítica, a la inteligencia para pensar la conexión que tienen esos valores con nuestra vida. Nosotros desde la crítica asumimos si esos valores que nos quieren imponer tienen valor real para nosotros o si los tenemos que descartar para seguir otros valores que poseen realmente valor para nosotros.
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LA FELICIDAD
"¡Pero toda una vida de felicidad!
Ningún hombre la soportaría, sería el infierno en la tierra"
George Bernard Shaw
El concepto de felicidad que vende el marketing pareciera prometer una
felicidad intensa de forma permanente por el solo hecho de tener cosas. No por
nada la publicidad una y otra vez asocia el consumo de un producto con una
felicidad desbordante, donde personas irreales llevan como una medalla una inmensa
sonrisa permanente solo por el hecho de conseguir el objeto que promociona la
publicidad.
Ese tipo de felicidad desbordante es imposible mas allá de algunos momentos esporádicos, de los cuales la mayoría están relacionados con el desarrollo de las propias capacidades antes que con conseguir cosas.
En contraste con este concepto de felicidad, Manuel Cruz habla de la felicidad de esta manera:
"la felicidad no puede ser convenientemente pensada en términos de
don, de milagroso regalo que la vida concede a unos pocos de una vez por todas.
No existe el feliz de una sola pieza. Sin duda, se requiere de un
aprendizaje para ser feliz. Ser feliz no es tenerlo todo, ni siquiera
pretenderlo. Ser feliz es saber lo que uno quiere, conocer sus deseos y
aprender a desear, saber desear. Tener conciencia de lo que nos falta, de
aquello de lo que carecemos, pero no utilizando esa conciencia como motivo de
frustración sino como estimulo para actuar, para reaccionar, para luchar o para
perseguir. Hemos de aprender a amar al mundo y a gozar de él. Como dijera el
clásico, no repetirnos la frase "qué desgracia no ser feliz", sino la
contraria, "qué felicidad no ser desgraciado". A sabiendas de que
todos (obviamente, en mayor o menor grado) tenemos motivos para sentirnos
desgraciados y de que lo que diferencia a unos de otros es la disponibilidad
para poner los medios que propicien la llegada de la felicidad" (Manuel Cruz, Amo luego Existo. Pág. 226)
La felicidad se logra a través de la educación de nuestros deseos de tal manera
que nuestros proyectos de vida lleguen a unir
el significado de lo que se hace con
lo que se quiere llegar a ser.
Esos ámbitos en los cuales nos desarrollamos son extremadamente variados,
puede ser: trabajo, amor, amistad, pasatiempos, deporte, educación, escritura, política,
religión, arte, etc.
El ámbito donde uno quiere y se puede desarrollar varia con cada persona,
por eso varia el concepto de felicidad con cada individuo.
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“Quien tiene un por qué puede soportar cualquier cómo”
Nietzsche
Sócrates no decidió nacer en Grecia en el siglo V a.C. Tan ateniense se sentía
que confesaba que no podría vivir en otro lado. Así de fuertemente estaba
arraigado al lugar donde desarrolló su vida.
La personalidad de Sócrates no se reducía a su inteligencia, su fealdad o
su pobreza sino que también estaba constituida por todas las relaciones que
estableció con los habitantes de la ciudad. Algunos lo admiraban y otros lo
odiaban.
Él observaba su circunstancia en la que muchos de los atenienses buscaban
cosas como la fama o las riquezas antes que desarrollar su propia virtud. La
apuesta de sentido de Sócrates, su proyecto de vida, fue el de incentivar a los
ciudadanos atenienses a dejar esas preocupaciones de lado para volcarse a
desarrollar su virtud, a mejorarse a sí mismos. Su proyecto de vida era mejorar
a la ciudad mejorando a sus ciudadanos. Sabía en qué dirección tenía que ir su
vida, al examinarse a sí mismo y al examinar a los otros para fomentar la
virtud.
A pesar de estar enjuiciado a muerte él creía y sostuvo al costo de su vida
su proyecto. Muchos le decían que tenía que descartar su proyecto pero él no podía
hacerlo porque era dejar de ser él mismo. Auténticamente
había llegado a darse cuenta que ese proyecto era su vida misma, que abandonarlo
era abandonarse. Y esto lo sostuvo incluso luego de ser injustamente condenado
a muerte.
Tan fuerte era su sentido que consideraba que en el Hades, en caso de que
existiera, haría exactamente lo mismo que hacía en su vida en la ciudad:
examinarse y examinar a los otros tanto para mejorarse e incentivar a los otros
para que también busquen mejorarse. De esa manera se realizaba, esa era su
felicidad. Tanto sobre Atenas como en
el Hades. Porque a pesar de que las circunstancias cambiaran él tenía un por
qué.
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